18 de julio de 2016

This is New York City


No hay nada mejor para intentar capturar la esencia de una ciudad que enfrentarse a ella por primera vez. La mirada es limpia y la capacidad de sorpresa está virgen. Es entonces cuando uno descubre aquellos elementos de la gran manzana que, bien por ser distintos a los que está acostumbrado a ver, o bien por sus pecualiaridades intrínsecas, tienen la capacidad de fijar nuestra retina en ellos.


Permanecen conmigo aún sensaciones que, a modo de souvenir, me traje de Manhattan, como el frenético ritmo de sus viandantes, la multiculturalidad del distrito y lo ruidosa que es, donde los más de 8 millones de ciudadanos conviven con un denso tráfico de Madison Avenue o Lexington Avenue y unas obras en la calle que no cesan ni con el devenir nocturno, como sería deseable.

Reconozco que no me atraen –salvo excepciones- los monumentos y lugares turísticos que toda ciudad tiene, y que, aunque te veas obligado a visitarlos, intentas huir de la típica mirada del turista, para intentar ir más allá e inmiscuirte, con permiso de los neoyorquinos, en esa parte diferenciadora que hay que descubrir.

¿Hay algo mejor que patearse las calles y dejarse sorprender por lo acontecido en cada esquina?  La “fotografía callejera” (esa que algunos llaman street photo), tan en boga en estos tiempos, es una disciplina que cada día me llena más, brindándome la oportunidad de captar escenas cotidianas que están libres de condicionantes que incorporan otro tipo de fotografía más elaborada, y me aporta unas experiencias que no cambiaría por nada del mundo.

¿Y cuál ha sido el fruto que he recogido? Pues éste que a continuación os muestro, el cual he divido en dos partes.


He aquí la primera de ellas.