Cuando un fenómeno astronómico se produce una vez cada ciertos años, ese evento intenta ser registrado por multitud de fotógrafos. El pasado 15 de Junio, los medios de comunicación nos alertaban del eclipse lunar que esa noche se iba a producir. El parte meteorológica anunciaba cielo despejado y un servidor preparó el equipo necesario para plasmar tan esperado momento. A tal fin, desempolvé mi inmaculado objetivo Exakta 650-1300 mm . f8.0-16.0, que en varios años es la segunda vez que lo utilizo. No es para menos, pues su elevado peso y su cerca de un metro de longitud, lo hacen útil sólo en muy contadas ocasiones.
Puesto el “bicho” en un trípode y el cuerpo de la cámara en un monopié, mi ilusión por captar tan bello momento se fue al traste cuando hicieron acto de presencia unas inoportunas nubes que impedían la visión de nuestro satélite natural.
Con este desolador panorama, me dispuse a cenar pensando en recoger todo el equipo tras la ingesta de alimentos, al fin y al cabo, dicen que la intención es lo que cuenta.
Pero cual fue mi sorpresa cuando al desmontar el tinglado, ve pareció ver un gajo de luna que asomaba en el horizonte. Incrédulo, me puse a mirar por el objetivo, y ¡Voilá!, estaba observando el eclipse en su fase inicial. A partir de ese momento, no deje de tomar fotografías, al mismo tiempo que intentaba que el objetivo estuviera lo más firme posible, pues aunque utilicé el disparador a distancia, el elevado peso del “bicho” y su extremada longitud focal hacía que cualquier leve movimiento pudiera convertirse en una foto trepidada.
Pero la noche me iba a deparar un momento especial, uno de esos momentos que difícilmente son repetibles y que el azar se unió a mi buena ventura. Me encontraba mirando por el visor, cuando ví una luz parpadeante que se acercaba por la izquierda de la luna y enseguida supuse que se trataba de un avión. Por si las moscas, me dispuse a estar sumamente atento porque parecía que la trayectoria de la aeronave podría pasar delante de la Luna. Y mi intuición no me falló. Disparé tres tomas, siendo ésta la central. A veces, la suerte, o quizás la constancia se alía con uno y le permite obtener una de esas fotografías “irrepetibles”.