Cuatro personas, dos parejas y un mismo camino. Destino indefinido, probablemente ninguno concreto, simplemente caminar por la playa.
Dos pasean su piel desnuda y bronceada con la cabeza erguida e imaginamos que la mirada dirigida hacia la línea del horizonte, ese que nunca se tuerce salvo cuando hacemos alguna foto. Sus cuerpos son orondos y llevan el paso cambiado. Su firme compostura denota confianza y seguridad en sí mismos. Es una pareja ya madura.
Al su izquierda, como si de una cuidada composición se tratara, otra pareja coincide durante unos instantes a su altura. El contraste es bestial y la oportunidad de plasmar la imagen, única. Dos jóvenes de piel clara, enrojecida por el Sol él, cabeza gacha y paso lento, con el tradicional traje de baño ambos y pareo ella, amén de los tocados que cubren su cabeza.
Si hubiéramos contratado figurantes para la fotografía, no hubieran interpretado la escena mejor que estos anónimos bañistas marbellís, a los que agradecemos que nos hayan regalado esta dual y veraniega toma.
A veces, algunas veces, el destino se alía con nosotros y juega a nuestro favor. Quizás, sólo quizás, el destino es una quimera inexistente que nos ayuda a justificar nuestros anhelos.