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31 de enero de 2012

El Ejecutivo








































No es habitual disponer de algunas horas libres cuando acudes a una reunión de trabajo en el extranjero, dado que las agendas se adaptan a los compromisos laborales pertinentes. El tiempo es oro, y tengo entendido que este metal precioso se ha convertido en refugio de inversores, alcanzando precios record. No obstante, y cansado de anteriores viaje relámpago donde sólo conoces las terminales de los aeropuertos y los hoteles de las ciudades, en éste me propuse planificarme para poder conocer algo de Amsterdam, ciudad donde está tomada la foto.  

Mi hotel estaba situado en muy cerca de la Estación Central de Ferrocarril y tenía por delante toda una mañana libre. Me sentía afortunado, el sol lucía y, plano en mano, me dirigí al centro de la ciudad, intentando pasar por los lugares más representativos.

La mejor y más saludable forma de conocer verdaderamente un lugar es mediante su recorrido a pie. Y como no podía ser de otra forma, me acompañaba mi inseparable cámara de fotos.

Plazas, comercios típicos, el mercado de flores y los afamados canales, pronto se convirtieron en objetivo de mi cacería gráfica. Al fin y al cabo, la cámara no deja de ser un arma que tiene la capacidad de inmortalizar a la personas y cosas que se enfrentan a su objetivo. Reconozco que me apasiona este tipo de monterías urbanas donde la jauría es sustituida  por múltiples lentes convergentes que son atravesadas por la cálida luz ambiental.

Andaba yo en estos menesteres, cuando me percaté de una escena que me cautivó. Al volver la vista atrás –hecho recomendable si quieres obtener puntos de vista distintos-, un hombre trajeado deambulaba por mitad de la ancha calle, invitándome con su despistado caminar a apuntarle como mi arma. Que ni pintado estaba el susodicho; parecía salido de un rodaje de Berlanga en mitad de las vías del tranvía.

Su desfachatez parecía provocar al destino que se acercaba a él, de forma inexorable, a razón de 30 kms/h: “Pa chulo yo”.

Desde luego, si hubiera querido componer la escena metódicamente, no hubiera obtenido un resultado tan brillante como el que el ejecutivo me brindó.

Quizás, quien sabe, esta persona se dirigía a algunos de los Sheraton, Hilton, Marriott o Hyatt que, con sus lujosas estancias, a la par que frías e impersonales, han sido en demasiadas ocasiones, la única guarida que he tenido en mis viajes de negocios.

Amsterdam. Mayo de 2011. 

23 de junio de 2011

Barrio Rojo.






































Hay determinadas fotografías que no son fáciles de obtener. Me encontraba en Amsterdam el mes pasado y tras un paseo por sus calles, me dirigí al famoso barrio rojo con el objetivo de intentar captar una foto representativa de este lugar mundialmente famoso. Chicas muy jóvenes y atractivas se apostaban en los escaparates de las angostas calles. He de comentar, que la prostitución en Amsterdam es legal, está regulada y las mujeres que la ejercen lo hacen en el ejercicio de su libertad.

Pues hete ahí yo enfundando con mi Eos 5D y el 24-105 mm f2.8, eso sí, tratando de pasar lo más desapercibido posible, tarea ardua y complicada, dada que esa mañana había sólo algunos escasos curiosos, algún turista llevado por su guía de viajes y más de un potencial cliente, pero en cualquier caso, éramos cuatro gatos los que recorríamos esa zona.

Evidentemente en un lugar de semejantes características, no puedes hacer alarde de equipo fotográfico, pero por más que te empeñes en camuflarlo, su considerable tamaño lo delata. No obstante, uno que es obcecado y perseguidor de sus fines, se enfunda la cámara en la mano, llevándola a la altura de la cadera y caminando como si no fuera conmigo, fui apretando el disparador a esa media altura del cuerpo, evidentemente sin poder componer la toma ni vislumbrar su resultado.

En la mayoría de las ocasiones, cuando las meretrices me veían acercarme con el equipo en la mano, bien echaban la cortina del escaparate u ocultaban su rostro. Disparé muy pocas fotografías y ésta que les muestro es, la mejor de todas. Sí, soy consciente que las altas luces están quemadas y hay otros aspectos que, en condiciones controlables, hubieran mejorado, pero hay situaciones en las que uno no puede elegir y ahí es donde juega un papel fundamental la edición; se puede, y se deben, corregir muchos aspectos en el laboratorio digital.

En cualquier caso, la toma final editada a mí me gusta, sobre todo, porque refleja fielmente un aspecto de esta ciudad que no es fácil de mostrar en píxeles.