21 de julio de 2016
18 de julio de 2016
This is New York City
No hay nada mejor para intentar capturar la esencia de una ciudad que enfrentarse a ella por primera vez. La mirada es limpia y la capacidad de sorpresa está virgen. Es entonces cuando uno descubre aquellos elementos de la gran manzana que, bien por ser distintos a los que está acostumbrado a ver, o bien por sus pecualiaridades intrínsecas, tienen la capacidad de fijar nuestra retina en ellos.
Permanecen conmigo aún sensaciones
que, a modo de souvenir, me traje de Manhattan, como el frenético ritmo de sus
viandantes, la multiculturalidad del distrito y lo ruidosa que es, donde los
más de 8 millones de ciudadanos conviven con un denso tráfico de Madison Avenue
o Lexington Avenue y unas obras en la calle que no cesan ni con el devenir
nocturno, como sería deseable.
Reconozco que no me atraen –salvo
excepciones- los monumentos y lugares turísticos que toda ciudad tiene, y que,
aunque te veas obligado a visitarlos, intentas huir de la típica mirada del
turista, para intentar ir más allá e inmiscuirte, con permiso de los neoyorquinos,
en esa parte diferenciadora que hay que descubrir.
¿Hay algo mejor que patearse las
calles y dejarse sorprender por lo acontecido en cada esquina? La “fotografía callejera” (esa que algunos
llaman street photo), tan en boga en
estos tiempos, es una disciplina que cada día me llena más, brindándome la
oportunidad de captar escenas cotidianas que están libres de condicionantes que
incorporan otro tipo de fotografía más elaborada, y me aporta unas experiencias
que no cambiaría por nada del mundo.
¿Y cuál ha sido el fruto que he
recogido? Pues éste que a continuación os muestro, el cual he divido en dos
partes.
He aquí la primera de ellas.
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