Un ciudadano se manifiesta contra la denominada "Ley Mordaza". Madrid. 30 Junio 2015 |
Cuando se produce un desastre
natural como un terremoto o una inundación, ¿imaginas cual es el bien más
valorado por las personas que pierden su hogar en esa catástrofe?
Es el álbum de fotos familiar.
Sí, y tanto es así, que vuelven al lugar de la tragedia en su incesante búsqueda.
Las fotografías forman parte de nuestra vida y
ver imágenes del pasado nos hace revivir momentos felices, divertidos, y nos
transporta a un pasado cercano que nos inunda de sentimientos y emociones. En
definitiva, la fotografía tiene el poderoso don de hacernos revivir una época que ya no volverá. De ahí
el elevado valor –y merecido- que le otorgamos a las imágenes.
Hacemos más fotografías que nunca.
Ya en 2011 se decía que en dos minutos se hacían más fotografías que en todo el
siglo XIX. Es lo que nos ha legado la revolución digital, pero…. no todo son
parabienes.
Si no ponemos remedio, dos hechos
convertirán las primeras décadas del siglo XXI en LA ÉPOCA OSCURA.
El primero de ellos concierne a nuestros hábitos y es la no
conversión de nuestras imágenes digitales en soportes físicos como es la
fotografía positivada en papel.
Sí o sí todo archivo digital se
perderá pasado el tiempo y no perdurará ni podremos legarlo a nuestros hijos.
Dicen que hay dos clases de
discos duros (sí, esos dispositivos donde almacenamos nuestros archivos
digitales): los que se han roto y los que se van a romper. Siento comunicar
esta mala noticia, pero el futuro no es
alentador. Por muchas copias de seguridad que tengamos, nada ni nadie nos
asegura la perdurabilidad de las imágenes digitales o la compatibilidad con los
futuros dispositivos de lectura (¿o acaso dispones ahora de un ordenador de sea
capaz de leer la información almacenada en los clásicos y populares diskettes
de antaño?).
Pero, parémonos un momento a pensar… ¿qué pasa
con las fotografías de nuestros padres, abuelos y bisabuelos? Que las
disfrutamos a día de hoy, por el simple hecho de estar en un soporte físico – y
no digital- llamado papel.
Me gusta la fotografía antigua y
de hecho colecciono fotografía española del XIX e inicios del XX como daguerrotipos, ferrotipos, albúminas,
gelatino-bromuros, en diversos soportes como cristal, acetato, papel, etc.. y
disfruto de ellas tras más de 130 años de existencia, y… ahí están, como la
Puerta de Alcalá. ¿Podremos decir lo mismo nuestros nietos de las fotos que hoy
hacemos? Mucho me temo que no, salvo que las positivemos en papel o en algún
soporte físico.
El segundo de los hechos que convertirán a nuestra época en oscura,
son las incomprensibles normativas y leyes que nos prohíben realizar
determinadas tipos de fotos.
Hoy entra en vigor la denominada
Ley Mordaza y uno de los aspectos más controvertidos es la prohibición de publicar
fotografías a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado “cuando pongan en
peligro la seguridad personal o familiar de los agentes, de las instalaciones
protegidas o en riesgo el éxito de una operación”, o lo que es lo mismo, en mi
opinión, se deja a criterio del policía fotografiado la interpretación de una
ambigua norma, que ha denunciado Amnistía Internacional: “Captar imágenes de la
policía, ya lo hicieran periodistas u otras personas con cámaras o teléfonos
móviles, ha ayudado en ocasiones a difundir información sobre el uso excesivo
de la fuerza por parte de la policía”, y eso “no gusta a determinados
estamentos”.
Otro ejemplo de norma que no se
entiende es la prohibición de publicar fotografías de edificios públicos y algún paisaje que se rigen por derechos de
autor y copyright.
Si te vas a París con tu pareja y
os hacéis un selfie con el fondo de la torre de la torre Eiffel de noche, ni se
te ocurra publicarla en facebook o en alguna red social, bajo el riesgo de que
te multen por infringir la ley que protege el especial iluminado de este
emblemático lugar.
¿Una foto de Notre Dame o el
Louvre? No lo hagas, no piensen que te
vas a lucrar con ella y ¡zas!, sanción al canto.
Y ¿qué me dices de los suntuosos
hoteles de Las Vegas? Pues que tienen su imagen licenciada bajo derechos contra
uso comercial. Y lo mismo ocurre con el
Uluru, la famosa roca gigante de arenisca que caracteriza a Australia, el cual
es lugar protegido por derechos contra uso comercial.
Podríamos seguir enumerando los
lugares donde nos impiden ejercer el noble y lícito arte de la fotografía como
Museos, cementerios, e incluso determinados chefs prohíben hacer fotos a los
platos en sus restaurantes.
Otro “simpático aspecto” surgido
de la mente de algún bienpensante es la
necesidad de disponer de autorización de las personas que sean identificables
en una fotografía que has tomado en plena calle, y que utilices, por ejemplo
para presentar a un concurso.
¿Te imaginas practicar la street
photography, tan en boga hoy en día, y tras cada toma dirigirte al susodicho
que acabas de conservar en bits pidiéndole que te firme un documento que te
autorice a utilizar la foto donde él aparece? Yo desde luego, no estoy
dispuesto a ello.
Hace no mucho leía
que “lo maravilloso y preciado de toda esta documentación que se ha generado en
los últimos 160 años de toma de fotografías, nos dice quienes y como hemos
sido, de dónde venimos y como ha sido el mundo en todo sus detalles visuales”.
De seguir con estas prácticas restrictivas a la toma de imágenes, no podrán
decir lo mismo las generaciones venideras, a las cuales, por activa o por
pasiva, se les está limitando su derecho a conocer su pasado, es decir, nuestro
presente.
Las sociedades se han ido forjando culturalmente a
golpe de click y espero y deseo que así siga siendo.
Así que, esas fotos que tienes
almacenadas en la tarjeta de memoria de tu cámara digital, en un disco duro o
en la micro sd de tu móvil, por el bien de tus preciados recuerdos,
positívalas, y con ellas crea y conforma tu Álbum de Fotos familiar, antes de
que sea demasiado tarde. No dejes que se borre la memoria de tus vivencias.
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