Si algo define a
esta imagen, es el absoluto protagonismo de la bañista. Su
ennegrecido cuerpo le delata ante un fondo marino, casi albino, en absoluta
calma. Nos mira atenta, a través del antifaz de sus ojos, tan níveos como sus
ingles.
Observamos a dos
bañistas; uno flota sobre las salinas aguas del mar muerto, -ejercicio
saludable y divertido donde los haya-, y nuestra protagonista toma un baño de
barro, con supuestas propiedades curativas. Ignora la fiabilidad de su método
purificante, pero no duda en aplicárselo porque....”Allá donde fueras, haz lo que vieras”.
Es canaria y no está
acostumbrada a estos menesteres. Si en alguna ocasión me reencuentro con ella,
hecho poco probable, no dudaré en observar sus rostro, intentando vislumbrar el
más mínimo rastro de la beneficiosa huella dejada por el lodo, y a continuación
le preguntaré si vivió el mar Muerto con la intensidad que un servidor captó
esta instantánea.
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