19 de abril de 2012

El Prelado


Cuando uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios, se expone con su oratoria a que los locuaces sermones que pronuncia en sus homilías, le persigan de por vida.

Hete aquí que Juan Antonio Reig, pontífice de la diócesis de Alcalá de Henares, y por tanto un alto representante de la jerarquía eclesiástica, consciente de la gran difusión que iba a tener su discurso televisado del pasado Viernes Santo, y enarbolando la bandera de la iglesia católica, habló de lo divino y de lo ajeno, sobre todo de lo ajeno, en su acepción de “impropio o que no le corresponde”.

Tengo entendido que la conferencia Episcopal tiene un problema en hallar personas con vocación, dispuestas a convertirse en sacerdotes, y ha encontrado con la crisis económica un filón para reclutar adeptos, prometiendo un "trabajo para toda la vida" y "formar parte de un proyecto inolvidable". Sin duda, la conferencia Episcopal se adapta a los tiempos que corren y utiliza herramientas de marketing para sus fines. Sin embargo,  hay discursos que se han quedado anclados en la historia, convirtiéndose en cadáveres vivientes que poco o nada sintonizan con la sociedad actual, y el del obispo de Alcalá es uno de ellos.

En mi humilde opinión, considero que un púlpito no debería proporcionar el derecho moral de intentar aleccionar a una sociedad contra los “homosexuales enfermos” y “el aborto por capricho”, según calificó el Prelado.

Juan Antonio, tus palabras me resultan tan anacrónicas como aquellas que pronunció un empleado de la compañía que construyó el malogrado trasatlántico cuando dijo aquello que “ni Dios podría hundir el Titanic”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario