El pasado mes de Agosto, mientras
me encontraba realizando un reportaje fotográfico durante las fiestas
patronales de Perales de Tajuña, me resultó extraña la ausencia de Miguel.
Supe de la existencia de Miguel,
allá por 2010 y de inmediato mostré interés en saber más de su persona. Preguntando
me dieron reseñas de él y de su paradero. No trascurrió ni un mes cuando decidí
llamarle por teléfono y exponerle el motivo que me llevaba a conocerle.
Casualmente había conocido una
pequeña parte de la obra fotográfica de Miguel en el “Lagar de Nemesio”,
restaurante de Perales de Tajuña donde exponen una selección interesante de sus
fotos, a la sazón, pueblo natal del fotógrafo, y fue allí donde me cautivó.
Las imágenes que vi, tomadas en
la década de los años 50 del siglo XX, mostraban el ambiente rural de la España
de la posguerra y trasmitían magistralmente ese sabor popular de unos
escenarios que el paso de los años había transformado. En cierto modo, el
trabajo de Miguel me recordaba al de Virxilio Viéitez.
Me habían dado reseñas de Miguel
González García, como la de un hombre reservado, y parco en palabras. A pesar de todo, le llamé y concerté una
visita a su casa.
Una mañana de domingo fue el día
señalado. En su domicilio se encontraba junto con su mujer, la cual estaba
impedida postrada en una cama. En una pared de la misma habitación destacaban
los álbumes de fotografía, rigurosamente etiquetados y ordenados en una gran
estantería.
Le dije a Miguel que tenía
interés en comprarle varias fotografías, las cuales pase a reseñarle, en cuanto
a temática, lugares y escenas costumbristas. El aceptó de buen grado y quedamos
emplazados días más tarde cuando las tuvieses positivadas.
Pasadas alrededor de un par de
semanas, recibí la llamada de Miguel comunicándome que ya tenía el trabajo
realizado para que pasara a recogerlo, hecho que hice en cuanto tuve ocasión,
estando expectante por poseer unas imágenes que deseaba de forma especial.
Llegado el momento de la entrega
de las fotos, tuve una cierta decepción dada la mala calidad de las copias que
me entregó; a pesar de haberle comunicado que deseaba unas copias fotográficas
obtenidas de sus negativos originales, lo que me entregó fueron unas
impresiones malas, positivadas por una impresora casera y obtenidas mediante
copia de las fotos y no de los originales. Pero, debido al respeto que me
causaba, no le dije nada, abonándole las fotografías al precio que me pidió,
sin duda desorbitado.
Aproveché para realizarle varios retratos,
a pesar de la reticencia inicial que mostró. Miguel era un tipo especial que
seguía disfrutando de la fotografía. Ese mismo día me contó que se había
desplazado a Alcalá de Henares con el único fin de pasar el día en la localidad
cervantina haciendo fotos con su cámara compacta digital. Sin duda, resultaba
anacrónico verle disparar con una tecnología que no hubiera imaginado cincuenta
años atrás.
En el salón de su casa, junto con
un óleo que reproducía una fotografía suja del tren del Tajuña en la estación
de Perales, aparecía una foto enmarcada de su autoría, en la que varias
peraleñas saltaban a la comba, regalo que le hizo la Comunidad de Madrid con
motivo de su participación en “Madrileños, un álbum colectivo”, proyecto de
creación de un archivo fotográfico de la Comunidad de Madrid conformado a
partir de las imágenes que conservan los ciudadanos en sus álbumes familiares.
Siempre fui consciente de la
importancia del archivo fotográfico de Miguel y así se lo hice saber,
brindándome a que colaborar en su conservación mediante la digitalización de
sus negativos de 35 mm. El motivo de mi propuesta no era otro que el de poder conservar
y dar a conocer la obra de Miguel, la cual algún día tendrá que ser reconocida
tal y como se merece.
Miguel, declinó amablemente mi
propuesta, sin dar explicación alguna. Aunque pienso que yo le transmitía
confianza, la iniciativa que le expuse no se encontraba entre sus prioridades
ni sus necesidades. Miguel sí valoraba su obra, pero en cambio, ni se sentía
protagonista de su propia obra, ni quería serlo. Síntoma de esta personalidad
humilde y reservada, fue las palabras que me dirigió tres años más tarde,
cuando quise realizarle una entrevista en video centrada en su trabajo
fotográfico: “Raúl, no quiero dejar
ninguna huella ni impronta de mi paso
por esta vida”.
La ausencia física de Miguel en
las fiestas de 2015 de su pueblo me hizo preguntar por él y fue en ese momento
cuando me comunicaron que el pasado invierno había fallecido. Debía contar con
alrededor de 91 años, quizás 92.
Todavía me viene a la memoria su
figura apostado en la puerta de su casa de la calle de Enmedio, esperando,
cámara en mano, la carroza que porta la Virgen del Castillo, que procesionando,
hace un alto en su camino para rendir un pequeño homenaje a la persona que
tantas veces la inmortalizó.
Miguel González García. Perales de Tajuña. Foto: © Raúl Barbero Octubre 2010 |
Niños jugando delante de la ermita de San Sebastián. Perales de Tajuña (Madrid). Foto: Miguel González García. |
Tren del Tajuña en la estación de Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
Vista de cuevas habitadas en Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
Vista de calle en Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
Calle de Enmedio. Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
Trillando en la era. Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
Ermita de San Isidro. Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
El tren del tajuña a su paso por el risco de las cuevas. Perales de Tajuña. Foto: Miguel González García. |
Miguel González Garcia junto a Raúl Barbero. Perales de Tajuña. Foto: Fco. Javier Zamorano. 15/8/2014 |
Miguel González García. Perales de Tajuña. Foto: Raúl Barbero 15/8/2014
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Miguel González García junto con la carroza de la Virgen del Castillo. Perales de Tajuña. Foto: Raúl Barbero 15/8/2014 |